El desastre del Prestige en las costas gallegas, 2002

La primera vez que vi el chapapote extendido en la costa me pareció caído del cielo. Pintura arrojada con furia por un Pollock gigantesco y furioso. Al llegar a la playa, se sentía el sentimiento de urgencia y de impotencia en los voluntarios en la lucha contra el chapapote, que era como un animal vivo que se multiplicaba y se metía en todas partes. Una mancha negra que lo cubría todo. La arena, las rocas, el agua, la ropa, las herramientas, la piel, los sentidos... los voluntarios eran como ángeles blancos, trabajando en silencio, mirando en silencio. Sin descanso en silencio. Siempre con el chapapote enfrente que se multiplicaba y lo cubría todo.

© Joan Tomás

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